Me siento en un banco y observo. La gente pasa a mi alrededor, a nadie le preocupa que estoy haciendo ahí. Yo sin embargo, me imagino sus vidas.
Una chica viene por mi derecha, lleva los cascos puestos y camina sin prisa, como si hubiese salido a pasear. Sin rumbo. Solo a pasear. Quizás necesita despejarse de sus estudios, o aclarar sus ideas respecto a algo.
Justo por delante pasa una pareja de unos 40 años. Hombre y mujer. Ambos mirando sus móviles, sin tocarse ni hablar entre ellos. Puede que ni siquiera se conozcan. Aunque creo que si, van juntos y caminan a la vez y en la misma dirección.
Por mi izquierda pasa un chico. Lleva la cabeza agachada, como si estuviera triste. No sé por qué, pero tengo la sensación de que se siente solo.
Un poco más abajo, veo a un hombre entrar en un cajero. Desde el cristal veo como tumba una manta en el suelo y se coloca para pasar la noche allí. No puedo evitar sentirme mal.
Cruzando el paso de cebra va una mujer cargando con bolsas del supermercado, y gritandole a dos niños que no le hacen caso. Entre ellos solo discuten. Creo que por quien le toca jugar a la play cuando lleguen a casa.
Un niño de unos 12 años pasa con su perro por delante mía. En una mano lleva la correa y en otra el móvil. Va mirando fotos en instagram. Solo está en la calle por obligación.
De repente oigo unas risas, suenan a felicidad. Entonces miro a mi lado. Hay una pareja de ancianos que se dirige hacia mi banco de la mano. Van hablando, riéndose. Se sientan en el mismo banco que yo. Buenas noches, me dicen. No puedo evitar sonreirles. Cuánto de menos echo a mis abuelos. Los oigo hablar. No hablan de nada en concreto, pero hablan de todo. Me siento bien. El hombre no para de acariciarle la mano a la mujer. La mujer no para de sonreir. En un momento, él le pregunta que si tiene frío, y que si quiere volver a casa. Ella contesta que sí, que es hora de volver. Los miro mientras se alejan. Me siento feliz. Me han contagiado su felicidad.
Camino hacía casa, hay mucha gente, pero no veo a nadie. Tengo el móvil en el bolso y las manos en los bolsillos. Solo paseo con un rumbo fijo. Disfruto del aire que me da en la cara y de los sonidos de mi alrededor. Llego al portal. Abro y subo. Entro a mi piso. Cierro la puerta y sonrío.
Me siento afortunada.